viernes, 2 de julio de 2010

Cura de humildad en Segóbriga


Nunca me canso de visitar yacimientos arqueológicos de ciudades romanas. Me obligan a ver nuestro propio tiempo con otros ojos y representan para mí, por ello, una cierta cura de humildad. Ha sido el caso este pasado fin de semana, cuando aprovechamos el sábado por la mañana para visitar las ruinas de Segóbriga, en las cercanías de Saelices, provincia de Cuenca, a 103 kilómetros de Madrid.

Tal y como señala la página web del yacimiento, “inicialmente, sería un castro celtibérico que dominaba la hoya situada al norte de la ciudad, defendido por el río Gigüela. Tras la conquista romana, a inicios del siglo II a. C., Segóbriga se convirtió en un oppidum o ciudad celtibérica, quizás nombrada por primera vez en las luchas de Viriato, hacia el 140 a. C. Tras las Guerras de Sertorio, hacia el 70 a. C., pasó a controlar un amplio territorio como capital de toda esta parte de la Meseta, cuando Plinio la consideró capuz Celtiberiae o inicio de la Celtiberia. En tiempos de Augusto, poco antes del cambio de Era, dejó de ser una ciudad estipendiaria, que pagaba tributo a Roma, y se convirtió en municipium o población de ciudadanos romanos. Fue entonces cuando se produjo su auge económico como cruce de comunicaciones y centro minero de lapis specularis o yeso traslúcido utilizado para cerrar ventanas, por lo que inicia un admirable programa de construcciones monumentales que finaliza hacia el 80 d. C, fecha en que la ciudad debió alcanzar su mayor desarrollo, plenamente integrada en el mundo romano.”

No he podido encontrar ninguna estimación de la población que pudo tener la ciudad en sus momentos de esplendor en época de Vespasiano, pero no pudo ser muy numerosa teniendo en cuenta la limitada extensión del cerro (hoy llamado muy significativamente Cabeza del Griego) que ciñeron sus murallas. Y, a pesar de ello, sus equipamientos monumentales son absolutamente impresionantes. La ciudad contó con un anfiteatro con capacidad para 5.500 espectadores, además de teatro, termas y gimnasio, un circo para carreras de carros, un magnífico foro público. Y todo ello abastecido de agua corriente mediante un acueducto que la traía por una tubería de plomo desde una distancia de tres kilómetros.

Paseando con Ángela y un grupo de amigos a primera hora, antes de que el sol conquense se hiciera inclemente, me pregunté cómo es posible que un pueblo tenga una vocación civilizadora tan vigorosa y un sentido del orden tan preciso como para multiplicarse de ese modo por todos los rincones del mundo a su alcance. Segóbriga, una ciudad de escasa importancia en un rincón remoto del Imperio, era una copia a escala de Roma, más pequeña, pero con todos los atributos y la completa visión del mundo del original que la creó. Segóbriga es una constatación de que Roma había decidido ser fiel a sí misma allí donde llegaran sus legiones y sus leyes.

No dejéis de ir a Segóbriga. Tiene además un pequeño pero correcto Centro de Interpretación y Museo, y un soberbio paisaje de la campiña que recorre el río Cigüela.

Si queréis más información, la página Web del yacimiento es muy completa:


Vale.



14 comentarios:

  1. ¡Ay amigo, qué tendrá la llamada del pasado! Es como un virus.

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  2. Magnífico artículo, Arturo. Como dice Trecce, tienes el virus de la llamada del pasado. Yo, a veces, mientras conduzco o paseo por la región donde vivo (los alrededores de Játiva, la Saití íbera o la Saetabis romana), me imagino cómo debió ser la zona hace 2000 años. No resulta fácil, con tantos rastros de artificialidad moderna (postes de luz, carreteras, casas de campo...). Sería maravilloso poder mirar directamente al pasado (o viajar en el tiempo, ya puestos), pero mientras tanto tenemos nuestra imaginación.
    Un abrazo.

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  3. ¡hay que ver lo bien que aprovechas tu tiempo libre, Arturo! Mira que excursiones tan deliciosas te montas. Y a lo mejor hasta te documentas un poco para tu siguiente libro...porque por esas ruinas debe de vagar el espíritu de algún celtíbero que yo me sé y que probablemente vuelva a las andadas...

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  4. ¡Ya lo creo, Trecce! Y un virus afortunadamente muy contagioso, además.

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  5. Gracias, Javier, Como dices, nuestro recurso para mirar al pasado cara a cara es la imaginación, y la literatura. Estoy impaciente por que termines tu novela. Respecto a Saití/Saetabis, ¿se conservan buenos restos arqueológicos como para hacer una visita?
    Un abrazo.

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  6. Jejeje, no andas desencaminada, Ario. Por cierto que ubico en Segóbriga la Contrebia Cárbica de "El heredero de Tartessos". Y respecto al espíritu de ese celtíbero que mencionas, también yo lo siento cada vez más cercano...

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  7. Ya lo creo, Arturo. Hay un castillo precioso en Játiva (Xátiva). Por desgracia los restos que se conservan (en magnífico estado) son árabes y góticos, y de lo que fueron las murallas íberas y romanas queda poco. Hace un par de años se descubrieron los restos de unas viviendas íberas, y de vez en cuando aún aparecen monedas de la época(Saití fue una de las cecas más importantes de Iberia). Suele decirse que Aníbal acampó en el castillo íbero de camino a Sagunto, y allí nació su hijo, según Silio Itálico. Sea como sea, la visita merece la pena. Es un lugar precioso con unas vistas extraordinarias. Si decides acercarte, avísame, que yo vivo muy cerca. Te paso por e-mail más información.
    Un abrazo.

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  8. Ayss qye tendrán las piedras!!!!

    Si no conoces , te recomiendo que visites la Ciudad hispano-musulmana de Vascos, en Navalmoralejo Toledo, yo pasé allí muchos años de carrera y le tengo un cariño especial, pero además es especial por lo que es en sí, única en España de sus características.

    estas piedras...

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  9. Estupendas las referencias arqueológico-históricas de Saití, Javier, va a ser imprescindible ir a conocerlo de primera mano. Muchas gracias por la información. Te avisaré cuando tenga ocasión de pasar por allí, a ver si aún se percibe en el aire la presencia de Aníbal.
    Un abrazo.

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  10. Gracias por el consejo, Froiliuba. Pues el caso es que he oído hablar mucho y bien de Vascos, pero aún no he ido por allí. Parece una opción estupenda para una excursión de fin de semana. Cualquier día te encuentras por aquí una crónica al respecto, con la oportuna mención a quien lo propuso, naturalmente.
    Como dices, estas piedras...

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  11. Siempre me recorre el mismo escalofrío al recordar la impresión que me produjo salir de las galerías, como un gladiador más, a la arena del anfiteatro en una calurosísima mañana de julio, hace ya una pila de años.
    Un sitio al que volver.
    Ah, y muchas gracias por el anuncio de la "convocatoria imprescindible"... Nos vemos allí.

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  12. Un placer, Julio, gracias a ti por tus poemas y tus fotografías.
    Nos vemos allí.

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  13. Una gran ciudad, rebelde como Sertorio, tomada al asalto por Metelo, centro adminsitrativo y político de la Carpetania y lugar de producción del yeso translúcido que se usaba en media Hispania como cristal para las ventanas... Su actual quietud la hace todavía más venerable.

    Yo también me recorro la Edetania mostrando la huella de Roma ;-)

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  14. Muchas gracias por el comentario, Gabriel. Me encontrarás en tu blog siguiendo contigo los pasos de Roma por la Edetania.
    Un abrazo.

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