sábado, 25 de mayo de 2013

Elvira Daudet, con su "Cuaderno del delirio", en Vallecas Todo Cultura

Elvira Daudet es una de las voces poéticas más deslumbrantes y conmovedoras que he conocido. Y escuchar de sus labios Cuaderno del delirio es una experiencia que deja una huella profunda y transformadora. Elvira estará este miércoles, a las 19:30, en Vallecas Todo Cultura (C/La Diligencia, 19). Toda una ocasión para conocerla, o para disfrutarla de nuevo. Allí nos vemos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Carmona, encrucijada de culturas (IV Encuentros Hislibris)


Este fin de semana hemos celebrado en Carmona (Sevilla) los IV Encuentros anuales de Hislibris, y ha sido una experiencia espléndida. Carmona lucía sus mejores galas primaverales, y eso es mucho decir en un lugar tan hermoso y monumental como éste; quien no conozca Carmona, que se apresure, porque la combinación de la arquitectura popular andaluza con la impronta romana, renacentista y barroca es irresistible.

Y qué decir sobre la comunidad de Hislibris: es un gran grupo de amigos enamorados de la literatura y la conversación, buena gente que acoge con los brazos abiertos a quienes lleguan, como yo mismo hace tres años, animados por los mismos principios. Gracias a todos y, en particular, a Francisco y Lantaquet por su trabajo y su generosa hospitalidad. Por cierto, si queréis conocer mejor Hislibris:


Además, tuve el placer de poder participar en una mesa redonda sobre "Carmona, punto de encuentro de culturas", en compañía de grandes escritores como Juan Eslava Galán, Javier Negrete, José Vicente Pascual y Sebastián Roa. Como era de esperar, la conversación pronto tomó otros derroteros pero, a beneficio de inventario, aquí dejo, puestas en limpio, las notas que preparé para la sesión.

Carmona: parteaguas de la Historia

Que Carmona es un cruce de caminos y culturas es indiscutible. Habitada desde la Edad del Bronce, fue tartésica desde el siglo X a.C., contó con una importante ocupación fenicia desde finales del siglo VIII a.C., tras la fundación tiria de Gadir, que impulsó la metamorfosis en ciudad tras rodearse con una muralla (desmintiendo, por cierto, la versión tradicional que circunscribía los asentamientos fenicios en la península a poco más que puntos de intercambio comercial en las desembocaduras de los ríos).

Cuando a mitad del siglo VI a.C. la caída de Tiro arrastró a la estructura comercial fenicia en el Mediterráneo, causando la ruina de Tartessos, Carmona (o como se llamara entonces, lo que ignoramos por completo) se convirtió en un gran oppidum turdetano, hasta ser conquistada por Amílcar Barca en 237 a.C. La destrucción del poder púnico en Hispania (volveré a ello más adelante) la puso en manos romanas en 206 a.C., pero no conocerá una plena romanización hasta la expansión imperial de la segunda mitad del siglo I. Será después tardorromana y visigoda, y musulmana desde que Tariq la conquistara en 713, y de nuevo cristiana a partir de 1247.

Pero no es mi propósito profundizar en la genealogía de esta impresionante encrucijada de culturas. Quisiera centrarme en una época que, a mi juicio, destaca sobre todas las demás.

Carmona es, sobre todo, la gran ciudad de los Bárquidas, la primera y última base del poder militar púnico en Hispania. Desde la tesis doctoral de Manuel Bendala, las investigaciones recientes apuntan a Carmona como la Akra Leuké que fundó Amílcar como capital de su eparchia. Esta prominencia militar pronto le dio un nuevo nombre: qrtmhnt (Qartmunt), "ciudad del campamento militar o del ejército", como revela el trabajo de la investigadora del CSIC Mª Paz García-Bellido. De esa época es la imponente muralla helenística que rodeó la ciudad, y que tiene en el alcázar de la actual Puerta de Sevilla su principal vestigio, y que mereció la famosa frase de Julio César: "Carmona, con mucho, la ciudad más fuerte de toda la provincia (Bética)."

Tras la caída de Qart Hadasht (Cartagena) ante Escipión en 209 a.C., en uno de los lances decisivos de la II Guerra Púnica, Carmona recuperó su papel de capital Bárquida. Fue allí donde Asdrúbal Barca reunió su ejército con los de Asdrúbal Giscón, Masinisa y Magón tras la batalla de Baécula. Y más tarde, en la primavera de 206 a.C., fue en sus proximidades donde los tres últimos fueron derrotados por Escipión en la batalla de Ilipa. Tras ella, los últimos ejécitos cartagineses abandonaron la península, poniendo fin al sueño de los Bárquidas: construir un imperio helenístico en el Occidente del Mediterráneo.

Por eso veo a Carmona como un parteaguas de la Historia: porque en ella se extinguen ocho siglos de dominio fenicio-púnico en Hispania y queda libre el terreno para el gran proyecto civilizatorio de la expansión romana, que remplazará el modelo oriental de mestizaje y diversidad por la voluntad homogeneizadora que habría de convertirse en una seña de identidad de las potencias europeas.

En cierto modo, con Qartmunt muere el helenismo.

Habría después un intento tan desesperado como vano de evitar lo inevitable. Con su inicio precisamente en Carmona, el jefe Luxinius lanzó en 197 a. C. una rebelión de aliento púnico contra Roma, a la que se sumaron Malaka, Sexi, Bardo y otras ciudades de la Beturia.

Pero es sabido que rara vez la Historia se deja tentar por epílogos.


Mayo 2013